La leyenda

Raquel decidió descansar un momento a la sombra de la torre. Aún era temprano pero empezaba a hacer calor, y durante los últimos diez minutos había notado molestias en la pierna. Pensó que sería mejor dar por finalizada la sesión matinal de footing. El resto del camino desde el parque a su casa lo haría andando.

Bebió un poco de agua de su botella y entonces lo vio, mirándola fijamente con una mueca aterradora. Colgaba inerte, como un muñeco de trapo, atravesado por unas de las ramas de un árbol cercano, a varios metros de altura. Por un momento tuvo la sensación de que el cadáver le sonreía, susurrando su nombre. Un escalofrío recorrió su espalda y entonces empezó a gritar.

Ahora estoy con mi amiga Renata, la médica forense. Los servicios de emergencias acaban de bajar el cuerpo al suelo y la observo mientras examina con atención el cadáver. Raquel, la chica que hizo el macabro descubrimiento, espera sentada en un banco del parque unos metros más allá mientras un policía intenta tranquilizarla.

Debo averiguar cómo y por qué terminó este hombre empalado en una rama a varios metros del suelo, y quién pudo hacer una cosa así.